jueves, 17 de noviembre de 2011

The Art Museum: un nuevo imprescindible


La editorial Phaidon ha lanzado una nueva publicación: The Art Museum. 992 páginas que recrean el que sería el museo ideal. La obra es monumental en todos los sentidos. Un equipo de 100 especialistas ha trabajado durante diez años para elegir las obras que finalmente han tenido cabida en el tomo. Se trata de una edición de lujo -el libro cuesta 175 euros- con imágenes (3.000 ilustraciones a color y 10 dibujos) y textos en inglés sobre lo mejor de la historia del arte y que comienza con las pinturas rupestres. Las explicaciones de las 2.700 obras, además, huyen del tono enciclopédico y de la narración de fecha en fecha, siendo ricas en detalles y en explicaciones sobre las obras elegidas. Esencial.

'This is indeed a monumental museum without walls'Daily Telegraph 

‘impressive … should be in public libraries and schools as well as on coffee tables. In an age when so much information about art is gleaned electronically, this massive tome, with its beautiful reproductions, is a bold assertion of the importance of the printed page.’ Art Quarterly

'What is a great work of art? The question asks itself when you leaf through The Art Museum, a colossal new book that gathers together an ideal collection of superlative sculptures, paintings, vases, embroideries and installations.' The Guardian



sábado, 5 de noviembre de 2011

Robert Capa, un retorno a Barcelona

La verdad es que el MNAC (Museu Nacional d'Art de Catalunya) no puede gustarme más, ya que no solo es magnífico en sus irreemplazables colecciones de románico (una de las más importantes del mundo y que abordaré otro día), gótico o modernismo, sino que encuentra en su edificio, el Palau Nacional, uno de los monumentos más colosales de la ciudad. Inaugurado en 1929 por Alfonso XIII con motivo de la Exposición Internacional de Barcelona, esta obra de inspiración renacentista corona una de las colinas de la Ciudad Condal, a la que ofrece una magnífica silueta y desde la que garantiza unas vistas de excepción. Pues justo ahí me he encontrado con un fotógrafo extranjero que, después de 70 años, ha regresado a una España deprimida, esta vez sin conflicto armado, a la que le toca afrontar la impotencia de cinco millones de parados y miles de familias sin trabajo, ni hogar, ni recursos. Bienvenido, señor Capa, bienvenido a la España del siglo XXI. 


La figura de Robert Capa, seudónimo de Endre Ernö Fridemann, permanece y permanecerá eternamente ligada a dos asuntos. Primero, a la creación de la Agencia Magnum y, segundo,  a la Guerra Civil Española, una de las páginas más brillantes de su carrera. Y es que Capa fue el primero en meterse de lleno un conflicto armado, disparando en primera línea con su cámara para mostrar al mundo el Apocalipsis en que se había tornado nuestro país. ¿Y qué salió de todo esto? Ni más ni menos que miles de negativos de distintas etapas del conflicto que, parte de ellos, tras 70 años perdidos, fueron redescubiertos en México en 2007 y llegan a España por primera vez en la exposición La Maleta Mexicana. El redescubrimiento de los negativos de la Guerra Civil española de Capa, Chim y Taro, que acoge el MNAC. 


La maleta en cuestión, salvada por el colaborador de Capa, Tchiki Weiss, tras la huida de este a EE.UU. por la invasión nazi de París, contiene 4.500 negativos realizados durante la Guerra Civil por el propio Capa, Chim (David Seymour) y Gerda Taro, compañera sentimental del primero. Pero, más allá del gran documento histórico que representan, son la primera muestra de fotoperiodismo de guerra que existe.

En la exposición, distribuida por territorios y frentes de guerra, pueden verse reproducciones facsímiles de rollos de negativos que muestran la secuencia original de la foto publicada y nos revelan escenas inéditas. Del mismo modo, frente a los negativos, están expuestas en grandes vitrinas las revistas originales donde salieron a la luz los fotoreportajes. 

En el interminable número de imágenes que se exhiben, no dejan de llamar la atención los pueblos destruidos, con ancianos, niños y madres huyendo del horror, el ambiente de los frentes de guerra, el sufrimiento y la incertidumbre ante las morgues repletas de cuerpos anónimos o la aparición de personajes ilustres de la época como la Pasionaria, Azaña, Lluís Companys o un García Lorca que no presagiaba su inminente y fatal destino. 


Parafraseando el propio programa de la muestra, estamos ante  un "testimonio gráfico excepcional de la vida en el frente o en las trincheras, de los estragos de los bombardeos sobre la población civil o del drama en los campos de refugiados, la Maleta Mexicana es un espejo de nuestra historia". 


Una joya de gran interés.  Altamente recomendable. Hasta el 15 de enero en el MNAC. 

lunes, 10 de octubre de 2011

Martorell, la villa del azulejo

Hay veces en las que salirse del camino trae buena suerte. Ayer fue uno de esos días y es que ¿por qué debemos ir siempre a los mismos sitios? Admito que soy el más convencional del mundo y el menos trendy en lo que a galerías respecta, pero hay lugares que enamoran y encandilan y ayer tuve el placer de estar en dos de ellos: el Museo Vicenç Ros y L'Enrajolada, ambos en la localidad catalana de Martorell (20km de Barcelona).
Así a simple vista este municipio puede parecer poco atractivo y muy industrializado, pero esconde la colección de azulejos más importante de Cataluña.

En primer lugar hablamos del Vicenç Ros. Este museo se halla en un antiguo convento benedictino del s. XVII, por lo que el atractivo del edificio, así como las privilegiadas vistas de Montserrat que hay desde él, acompañan mucho a la soberbia colección de azulejos peninsulares que hay en su interior. Pero el museo guarda otros tesoros, como antiguos grabados de Martorell, restos de la iglesia parroquial destruida durante la Guerra Civil o monumentales botas de vino y antiguas herramientas de campo. Tal y como su nombre indica, las colecciones de azulejos de entre los siglos XVII y XVIII y el resto de obras que guarda, fueron adquiridas por Vicenç Ros, un niño pobre que, por circunstancias de la vida, hizo fortuna y cuya labor es digna de admirar.

El otro museo de hoy es L'Enrajolada. Una casa señorial catalana con un hermoso patio que no solo cuenta con una excepcional muestra de cerámica que se remonta a la Edad Media, sino que acoge restos de edificios barceloneses de distintos siglos que fueron derruidos y que los Santacana se encargaron de recoger y utilizar como elementos decorativos de su villa. Aparte, las habitaciones de la familia son un irremplazable ejemplo de mobiliario isabelino. Por otro lado, esta antigua residencia es el primer espacio catalán concebido como museo, pero no por el hecho de estar abierto al público, sino por la antigua concepción de valorar, integrar y querer preservar el arte sacándolo de una vitrina y convirtiéndolo en un elemento más de la casa.

Patrimonio cultural en peligro

Echad un vistazo a este link. Así es como cuidamos nuestro patrimonio:

Patrimonio cultural en peligro |

viernes, 30 de septiembre de 2011

Frederic Marès o el arte de coleccionar

Solo en una ciudad como Barcelona puedes coincidir al mismo tiempo con una catedral gótica, un palacio medieval, un músico tocando jazz y un museo cuya colección empieza antes de Cristo y termina en el siglo XIX. Y es que el barrio gótico de la Ciudad Condal esconde lugares que trasladan al transeúnte a épocas pasadas. Pero lejos de querer analizar el innegable encanto de este quartier, hablaremos de un museo que se encuentra en su corazón y que quizás no sea tan conocido como debería: el Museo Frederic Marès.

Hacía tiempo que quería adentrarme en este sitio. De hecho, en alguna ocasión ya había disfrutado de la compañía de la fuente y los naranjos que viven en su patio (patio que por cierto pertenece al Palacio de los Condes de Barcelona), pero nunca había visitado el museo. Este es uno de esos lugares que, pese a ser muy visible (Plaça Sant Iu, junto a la catedral), no está muy concurrido y permite estar solo en una sala y disfrutar relajadamente (sin ruidos, aglomeraciones e insípidas visitas guiadas) de una de las colecciones de arte exento más importantes de nuestro país.
Pero entremos en materia. El grueso del museo lo forman esculturas de entre los siglos V aC y XIX de nuestra era que pertenecieron a la colección personal del hombre del que recibe el nombre el museo.

Son de especial interés las salas de románico y gótico, en las que se exhibe una vertiginosa cantidad de tallas de vírgenes y Cristos. Pese a que principalmente vemos madera, es imprescindible dedicar unos minutos a contemplar las esculturas en piedra del conocido e influyente maestro de Cabestany, o algunas cruces o cofres con esmaltes de Limoges. ¡Incluso hay dos pórticos de iglesia!

En la misma línea, los posteriores estilos renacentista y barroco son una exultante muestra del valor de la colección. En esta sección resalta el fabuloso San Roque de Berruguete y una amplia muestra de la obra del escultor Manuel Álvarez.

Pero quizás, lo que más pueda atraer a un visitante no tan familiarizado con la escultura religiosa, son las dos últimas plantas. Este es el típico sitio en el que, al entrar, uno se pregunta ¿antes de hacer el museo dónde tendría metido todo esto ese hombre? Ahí se encuentra lo que tradicionalmente se conoce como un gabinete. Es decir, muestras con desmedidas cantidades de pipas de fumar, llaves, bastones, menús de restaurantes, fotografías, abanicos, cartas, vitolas de puros, juguetes del XIX, etc. Vamos, prácticamente todo lo coleccionable.

Para entender el grueso de piezas que se almacenan en este lugar, cabe recordar que Frederic Marès (1893-1991) no fue solo un gran escultor, sino que fue uno de los coleccionistas más importantes de la España del XX. Por suerte, en 1944 donó sus posesiones al Ayuntamiento de Barcelona y, dos años después, nació el museo del que podemos disfrutar hoy todos.

En definitiva, el Museu Frederic Marès es una gran alternativa a muchos de los centros de arte que se encuentran en la ciudad, más íntimo y personal, aunque no por ello menos grande (se requieren un mínimo de 2 horas para visitarlo). Las colecciones son de primera línea, sobre todo las de románico, gótico y barroco. Este es un lugar para perderse, un oasis en el que relajarse y disfrutar en el corazón de la siempre estupenda Barcelona.

jueves, 29 de septiembre de 2011

La Belle Barcelone

Con este primer texto os doy la bienvenida al que pretende ser un punto de encuentro y opinión de todo amante del arte y las exposiciones. ¡Bienvenidos/as!

Empezamos en Barcelona, donde CaixaForum acoge (hasta el próximo 9 de octubre) la fantástica exposición Retratos de la Belle Époque. Merece la pena visitar esta muestra por dos motivos:
  1. Para ver una exposición monotemática de Sorollas, Munchs, Ramons Casas, Sargents, Manets o Toulousses.
  2. Porque siempre es buen momento para acercarse a Casaramona (sede del CaixaForum barcelonés) y disfrutar de la antigua fábrica modernista levantada por Puig i Cadafalch.
Centrémonos en la exposición.

Reza la presentación hecha por CaixaForum que Belle Époque "es una expresión que designa las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX. Un periodo de intenso crecimiento económico, enmarcado por la guerra franco-prusiana y la Primera Guerra Mundial". Pero, ¿podemos definir ese momento histórico como un mero auge económico?

Es innegable que hubo un gran crecimiento social en distintos ámbitos y que se afianzaron muchas de las familias que en el 29 lo perderían todo, pero la Belle Époque fue, sobre todo, un estilo de vida. Un estilo de vida marcado por un positivismo y una alegría que borraron la negatividad y el pesimismo que habían traído los últimos conflictos finiseculares. Ello, como no podía ser menos, se vio reflejado en el arte. Las grandes familias industriales se convirtieron en la "nueva nobleza" y quisieron ser retratados por los mejores artistas del momento. Como resultado, han llegado a nuestros días centenares de cuadros que reflejan la moda de una época en que la mujer aligeró su indumentaria y recogió su melena en moños chignon decorados con broches, diademas y flores.


En conjunto podemos ver obras de Anders Zorn, Édouard Manet, Ramon Casas, Edvard Munch, Pierre Bonnard, Édouard Vuillard, Hermen Anglada Camarasa, Max Oppenheimer, Oskar Kokoschka, Egon Schiele, Max Pechstein y Ernst L. Kirchner, que forman, junto a Giovanni Boldini, John Singer Sargent, Joaquim Sorolla, Valentín A. Serov y Henri de Toulouse-Lautrec.

La exposición está articulada en nueve temas: Autorretratos, El Retrato de sociedad, Temperamento y carácter, Retratos de grupo, Ambientes y conversaciones, Retratos en plein air, Toulouse-Lautrec, El retrato como símbolo y La crisis. Con ello se pretenden contextualizar las diferentes atmósferas de la época y dar una idea global de la psicología del momento. No obstante, la distribución de las salas es un poco extraña y laberíntica y la iluminación es bastante insuficiente. Aunque esto no resta mérito a la excelente colección que podemos ver en la Ciudad Condal.
Retratos de la Belle Époque aborda distintos aspectos del retrato recorriendo tres generaciones distintas de pintores. Se empieza por la pintura fresca y triunfal del inicio de la Belle Époque y se termina con la inquietud del expresionismo de los años finales. En cuanto al centenar de obras que están en Barcelona, proceden de casi cuarenta museos de todo el mundo y de colecciones privadas. Solo como apunte, cabe destacar que incluso el rey Juan Carlos ha prestado un Sorolla de su colección particular en el que aparece retratado Alfonso XIII.

En definitiva, CaixaForum presenta, una vez más, una exposición única y de incalculable valor tanto artístico como documental.